Los trabajos en grupo se realizan de la siguiente manera: uno piensa, otro teclea y los restantes pagan la pizza. Este fue el viejo aforismo, nada trascendental como puede observarse, que me vino a la cabeza nada más leer ayer que una nueva federación de acrónimo horroroso (Favbur) va a englobar en Torrent a las “asociaciones vecinales, de barrios y de urbanizaciones”.
Que nadie se me enfade, pero considero al movimiento vecinal –o, como gusta denominarse, “ciudadano”- como una de las grandes filfas de los tiempos que corren. Me da igual que se llame Favbur, FAC, AAVV, Fava o Favón. Lo curioso es que se trata de una falacia socialmente aceptada y asumida como irremediable por las instituciones. Que criticarlo abiertamente es políticamente incorrecto, vaya.
Intentaré explicarme. En Torrent, para no ir más lejos, habitan 100.000 habitantes (redondeando). De esa cantidad serán unos 10.000, y creo que estoy tirando muy por lo alto, las personas que están involucradas en asociaciones vecinales y colectivos ciudadanos varios. Esa cifra mencionada -y, repito, abultada- supondría sólo un 10% de la población total.
Cada una de estas asociaciones tiene una directiva. Una directiva, atención, elegida exclusivamente de entre sus miembros. En ningún caso esos dirigentes vecinales, barriales o como se llamen, se sometieron en candidatura a unas elecciones por sufragio universal. Votaron los socios que, en el caso de un colectivo vecinal (por ejemplo), son una minoría respecto a todos los habitantes de la zona.
Ya tenemos la directiva de la asociación. Subamos ahora el siguiente peldaño, que consiste en crear una federación ciudadana. De entre todos los dirigentes de los colectivos se escogen a los responsables federativos que, sobre el papel –que es ciertamente sufrido y en este caso, si cabe, todavía más- representan a todas las asociaciones integradas.
Y así, burla burlando, llegamos a que el presidente de la federación (llámese Favbur, FAC, AAVV, Fava o Favón, me da igual) cree encarnar, o al menos actúa como si encarnara, los intereses de todos los ciudadanos. Y su federación busca ser parte activa, al menos con voz, en las instituciones.
Hace ya bastantes años la FAC de Torrent quiso –no recuerdo si llegó a conseguirlo- que el ayuntamiento le entregara anualmente los presupuestos municipales antes de su aprobación para, al menos, poder efectuar algunas enmiendas o propuestas sobre ese borrador. Loable empeño. ¿Y quién es la FAC –digo la FAC como podría decir cualquier otra- para enmendar o mejorar nada en el nombre de los vecinos de Torrent que, legitimamente, ni quieren pinchar ni cortar en sus asuntos federativos? ¿A quién, realmente, representan las asociaciones y, por tanto, las federaciones ciudadanas? ¿Por qué se empeñan en tener una fuerza que ni los votos ni la ley les confiere?
Estas preguntas abren el interesantísimo análisis del papel desempeñado por los partidos políticos, especialmente los de izquierda, en la creación, diseño y fines del “movimiento ciudadano”. Asunto no menos importante son las prebendas -dotación de locales y subvenciones- que reciben de las instituciones públicas en nombre de unos "ciudadanos" que ni de lejos representan. En definitiva, es necesario conocer en todo este tinglado quién piensa, para qué, y, lo más importante, quiénes pagan (o pagamos) la pizza.