10 abril 2010

Valeroso anónimo

Un simpático lector que, seguramente por modestia, omite su identificación me envió ayer sábado vía comentario, a las 18,05 hora española, la siguiente sugerencia: “Ya que estás tan lejos, preocúpate de lo que pasa donde estés y deja te tocar los h.... en Torrent. Aburrr...”. Salvo un par de tildes que no ponía, el mensaje es literal; incluida la delicadeza de colocar cuatro puntos suspensivos donde cualquier otro menos cuidadoso hubiera escrito "huevos". Se agradece tanta sensibilidad.

Sería una descortesía por mi parte dejar escondida esta sutil recomendación en la penumbra reservada a los comentarios. Que le dé buena luz, que corra el aire y que todo visitante compruebe la tolerancia y el buen gusto que adorna a algunos valientes.

Pero, pensándolo todavía mejor, y a pesar del presunto recato del comunicante, no cabe dejar esta perla en el anonimato. Y así, tras unas rápidas y sencillas averiguaciones, concluyo que el ordenador desde el que fue lanzado el comentario responde a la IP 81.203.7X.XX (me reservo los tres últimos números) cuyo proveedor es ONO, tiene ADSL y procede (vaya sorpresa) de la provincia de Valencia, España. He cursado la oportuna solicitud y estoy a la espera de que se me informe quién es el titular de tal IP.

09 abril 2010

¿Movimiento "ciudadano"? Anda ya

Los trabajos en grupo se realizan de la siguiente manera: uno piensa, otro teclea y los restantes pagan la pizza. Este fue el viejo aforismo, nada trascendental como puede observarse, que me vino a la cabeza nada más leer ayer que una nueva federación de acrónimo horroroso (Favbur) va a englobar en Torrent a las “asociaciones vecinales, de barrios y de urbanizaciones”.

Que nadie se me enfade, pero considero al movimiento vecinal –o, como gusta denominarse, “ciudadano”- como una de las grandes filfas de los tiempos que corren. Me da igual que se llame Favbur, FAC, AAVV, Fava o Favón. Lo curioso es que se trata de una falacia socialmente aceptada y asumida como irremediable por las instituciones. Que criticarlo abiertamente es políticamente incorrecto, vaya.

Intentaré explicarme. En Torrent, para no ir más lejos, habitan 100.000 habitantes (redondeando). De esa cantidad serán unos 10.000, y creo que estoy tirando muy por lo alto, las personas que están involucradas en asociaciones vecinales y colectivos ciudadanos varios. Esa cifra mencionada -y, repito, abultada- supondría sólo un 10% de la población total.

Cada una de estas asociaciones tiene una directiva. Una directiva, atención, elegida exclusivamente de entre sus miembros. En ningún caso esos dirigentes vecinales, barriales o como se llamen, se sometieron en candidatura a unas elecciones por sufragio universal. Votaron los socios que, en el caso de un colectivo vecinal (por ejemplo), son una minoría respecto a todos los habitantes de la zona.

Ya tenemos la directiva de la asociación. Subamos ahora el siguiente peldaño, que consiste en crear una federación ciudadana. De entre todos los dirigentes de los colectivos se escogen a los responsables federativos que, sobre el papel –que es ciertamente sufrido y en este caso, si cabe, todavía más- representan a todas las asociaciones integradas.

Y así, burla burlando, llegamos a que el presidente de la federación (llámese Favbur, FAC, AAVV, Fava o Favón, me da igual) cree encarnar, o al menos actúa como si encarnara, los intereses de todos los ciudadanos. Y su federación busca ser parte activa, al menos con voz, en las instituciones.

Hace ya bastantes años la FAC de Torrent quiso –no recuerdo si llegó a conseguirlo- que el ayuntamiento le entregara anualmente los presupuestos municipales antes de su aprobación para, al menos, poder efectuar algunas enmiendas o propuestas sobre ese borrador. Loable empeño. ¿Y quién es la FAC –digo la FAC como podría decir cualquier otra- para enmendar o mejorar nada en el nombre de los vecinos de Torrent que, legitimamente, ni quieren pinchar ni cortar en sus asuntos federativos? ¿A quién, realmente, representan las asociaciones y, por tanto, las federaciones ciudadanas? ¿Por qué se empeñan en tener una fuerza que ni los votos ni la ley les confiere?

Estas preguntas abren el interesantísimo análisis del papel desempeñado por los partidos políticos, especialmente los de izquierda, en la creación, diseño y fines del “movimiento ciudadano”. Asunto no menos importante son las prebendas -dotación de locales y subvenciones- que reciben de las instituciones públicas en nombre de unos "ciudadanos" que ni de lejos representan. En definitiva, es necesario conocer en todo este tinglado quién piensa, para qué, y, lo más importante, quiénes pagan (o pagamos) la pizza.

01 abril 2010

Semana Santa

Igual que digo una cosa, digo la otra. Si hace apenas un par de semanas me refería a las fallas como una fiesta que ni fu ni fa (más bien fa), admito ahora que me gustaría estar en Torrent para vivir plenamente la Semana Santa.

Imagino que la adhesión a una u otra fiesta depende de tantísimos factores -personales, vivenciales y sociales- que resulta muy difícil explicarla racionalmente. Ignoro de dónde nace la, digámoslo así, poca motivación que me inspiran las fallas. De pequeño, como tantos otros, pertenecí por voluntad materna a la comisión de mi barrio (Padre Méndez) e incluso llegue a ser –altísimo honor, qué duda cabe- nada menos que presidente infantil de la falla del colegio público (nacional, se llamaba entonces) Virgen del Rosario, del que fui alumno toda mi EGB.

Simultáneamente fui inscrito en la hermandad de la Virgen de los Dolores, a la que mi abuelo y un alto porcentaje de mi familia pertenecían desde hacía muchos años. Recuerdo que siendo un retaco de tres años ya desfilaba de la mano de mi abuelo con mi diminuta vesta morada (sin capuchón, porque me asustaba) y un tambor de juguete en los traslados de esa cofradía.

Con los años dejé de participar activamente en la falla y en la hermandad. A decir verdad, si puedo, hoy rehúyo los actos multitudinarios. No soy muy amigo de los mogollones.

Sin embargo, la Semana Santa de Torrent despierta –sigue despertando- en mí algo, no sabría como definirlo, que va incluso más allá de mi fe católica. Veo en esta fiesta la raíz, la tradición, la forma de ser de un pueblo (en el sentido de comunidad, conjunto de personas que forjan un lugar) que le da sentido. Un sentido, insisto, no sólo religioso.

Por eso mañana (hoy ya para vosotros), Viernes Santo, a mis 3 de la tarde -10 de la noche en España- estaré mentalmente en Torrent en la procesión del Santo Entierro. Procesión en la que, un año más –ya sé que es clamar en el desierto- los concejales de uno y otro signo meterán con su patética presencia el dedazo para mezclar devoción y tradición con política.

En fin, buenas fiestas.