01 abril 2010

Semana Santa

Igual que digo una cosa, digo la otra. Si hace apenas un par de semanas me refería a las fallas como una fiesta que ni fu ni fa (más bien fa), admito ahora que me gustaría estar en Torrent para vivir plenamente la Semana Santa.

Imagino que la adhesión a una u otra fiesta depende de tantísimos factores -personales, vivenciales y sociales- que resulta muy difícil explicarla racionalmente. Ignoro de dónde nace la, digámoslo así, poca motivación que me inspiran las fallas. De pequeño, como tantos otros, pertenecí por voluntad materna a la comisión de mi barrio (Padre Méndez) e incluso llegue a ser –altísimo honor, qué duda cabe- nada menos que presidente infantil de la falla del colegio público (nacional, se llamaba entonces) Virgen del Rosario, del que fui alumno toda mi EGB.

Simultáneamente fui inscrito en la hermandad de la Virgen de los Dolores, a la que mi abuelo y un alto porcentaje de mi familia pertenecían desde hacía muchos años. Recuerdo que siendo un retaco de tres años ya desfilaba de la mano de mi abuelo con mi diminuta vesta morada (sin capuchón, porque me asustaba) y un tambor de juguete en los traslados de esa cofradía.

Con los años dejé de participar activamente en la falla y en la hermandad. A decir verdad, si puedo, hoy rehúyo los actos multitudinarios. No soy muy amigo de los mogollones.

Sin embargo, la Semana Santa de Torrent despierta –sigue despertando- en mí algo, no sabría como definirlo, que va incluso más allá de mi fe católica. Veo en esta fiesta la raíz, la tradición, la forma de ser de un pueblo (en el sentido de comunidad, conjunto de personas que forjan un lugar) que le da sentido. Un sentido, insisto, no sólo religioso.

Por eso mañana (hoy ya para vosotros), Viernes Santo, a mis 3 de la tarde -10 de la noche en España- estaré mentalmente en Torrent en la procesión del Santo Entierro. Procesión en la que, un año más –ya sé que es clamar en el desierto- los concejales de uno y otro signo meterán con su patética presencia el dedazo para mezclar devoción y tradición con política.

En fin, buenas fiestas.

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