24 octubre 2007

Las promesas del tócame Roque: hoy como ayer

Uno, en su utopía, siempre ha querido encontrar en la política una especie de principio de la equidad o, más simplemente, de la justicia. De tal forma que, como casi todo en la vida, los resultados obtenidos no sean otra cosa que la consecuencia natural de los méritos, o pifias, acreditados.

Es, como digo, un anhelo. Porque si hay una actividad humana empeñada en contradecir la lógica, esa es la política. No existe código alguno en ella que sancione o inhabilite a un candidato porque sencillamente fue incapaz de cumplir las promesas con las que se presentó a las elecciones. Ese código, en todo caso, reside en la voluntad popular. Santa palabra.

Un ejemplo harto conocido de la reciente historia local: Ros introdujo en 1999 la novedad en Torrent de las "Tarjetas promisorias", inaugurando en la ciudad una nueva modalidad de marketing electoral. Eran, como muchos recordaréis, unas tarjetitas plásticas de pequeño formato "para que se puedan llevar en la cartera y los vecinos me puedan pedir cuentas". Dicho por él mismo en la presentación del invento.

En el anverso de dicha tarjeta figuraba el rostro del candidato mirando al infinito. O quizá meditando sobre el alto significado histórico de llevar el peso de una ciudad sobre los hombros. O cualquier otra vaina, que no sé. A la imagen le acompañaba una frase categórica: "Mi compromiso con tu familia". Y en el reverso, cinco promesas electorales que resumo rápido: piscina cubierta, ciudad del ocio y deporte, edificio metro, cheque bebé y libros de texto gratuitos.

Y por encima de estos cinco epígrafes, con fondo rojo y letras blancas, las palabras más impactantes del asunto: "si no cumplo todos estos compromisos no mereceré más tu confianza como alcalde" (aunque lo entrecomillo no puedo asegurar que sea totalmente literal porque no la tengo a mano; pero me habré ido por muy poco). El candidato empeñaba poco menos que su honor. Lo nunca visto.

Ros ganó esos comicios del 99 recuperando de paso la mayoría absoluta. Pasaron los cuatro años preceptivos y se convocaron las nuevas elecciones para el 25 de mayo de 2003. Para esa campaña, de las cinco promesas sólo dos se habían cumplido: el cheque bebé y los libros de texto gratuitos. De los otros tres ambiciosos proyectos dos -edificio metro y ciudad del ocio- estaban recién comenzados y el otro, la piscina cubierta, se encontraba en fase de aprobación.

El morbo estaba servido. El propio partido socialista de Torrent ni se molestó en rehuirlo. Como para ir abriendo boca, instaló su caseta electoral en el punto donde suele, que no era otro que el bulevar de la avenida justo, justito enfrente del solar en que se hundía el inmenso socavón donde se comenzaban a colocar los primeros pilares del edificio metro. Imaginad la escena: el candidato a la alcaldía (y alcalde) pidiendo el voto a vecinos y paseantes a menos de diez metros de una de las más clamorosas evidencias de que no había cumplido su promesa. La pera limonera. Si no hubiera sido gratis habría merecido la pena pagar sólo por meter las narices y contemplar.

Ya despues de eso, poca contrición cabía esperar. En los actos-mítines ni una referencia a la tarjeta, ni una explicación, ni una excusa, ni mucho menos una disculpa. Nada. Como si aquel contrato entre candidato y ciudadanos (que no otra cosa son las promesas electorales) jamás hubiera existido. Sólo quedaba por ver cómo reaccionaba el pueblo ante las urnas. ¿Sería capaz de decir: "oiga, señor alcalde, que usted nos ha tangado"? Pues no. Y encima lo premió con dos concejales más.

Si de cinco compromisos cumples dos, y en lugar de abucheos te llevas una cerrada ovación, conclusiones: a) eres un artista; b) puedes ya hacer (o no hacer) desde el poder casi todo lo que te propongas; y c) el pueblo da su legítimo veredicto, pero pasa de promesas o no promesas como de una cosa que me callo.

Se puede leer estos días en varios medios de comunicación que el célebre hospital de Torrent con el que concurrió a las últimas elecciones el PP triunfante no se construirá durante esta legislatura, como se anunció a bombo y platillo. Ya empiezan los recules. Dicen ahora desde las consellerías que tendrá que esperar hasta 2011 como poco.

La cosa, como veis, desprende un aroma Nescafé muy similar a la batallita de la tarjeta de Ros que os acabo de narrar. "Tú promete, que estos comen de todo", parece que es el principio activo de los diseñadores de las campañas."Éstos" somos nosotros, los ciudadanos. Naturalmente.

Quiero pensar que la alcaldesa de Torrent y su equipo están comenzando a remover los cielos autonómicos y las tierras presupuestarias para que este anuncio de retraso se quede sólo en un amago. Porque yo no sé si -visto lo visto- la no construcción del hospital en plazo les pasará factura electoral. Cabe que, como en el anterior caso, con buenas palabras, sonrisas, afabilidad y don de gentes la mayoría trague. Muchos, efectivamente, comen de todo. Pero sin duda con estas promesas del tócame, Roque el prestigio de los políticos comienza a ser equivalente al valor de sus promesas. Cero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al final dona igual qui estiga en el poder. Una vegada arriben s'obliden dels ciutadans i de les seues promeses.